viernes, 12 de agosto de 2011



Yo empecé a reír, no tenía en claro la razón de mi risa pero al parecer ésta era contagiosa, y de repente todos reíamos.
Así como yo, nadie sabía el porqué de mis carcajadas, pero a diferencia mía, ellos se lo preguntaban, y me lo preguntaban. Yo no sabía qué más hacer además de esconder mi rostro entre mis manos y reír sin parar.
Hasta que paré, finalmente, y los miré.
- Me río porque me da risa-les dije.
Se miraron entre ellos, y luego, como un coro, se burlaron:
- ¿Qué es lo que te causa risa?
Y allí me incomodé; apoyé mis codos sobre la misma, mi cara sobre mis manos, y resoplé, analizando cada rostro, para luego cesar la risa e intentar ponerme seria.
- Me causa risa saber que les agrado-susurré, mientras la tierra me tragaba.
No sé bien si fue uno, todos, o mi imaginación, tampoco quise ver, cubrí mi cara y de repente estaba roja, como un tango del pecado, pero desde el fondo escuché una exclamación, un tiernísimo “aaaaaaaw” que todavía recuerdo.
- Vos también nos caes bien, a mí me caes bien.