lunes, 20 de agosto de 2012

Me acordé de todas las veces en las que me había visto sucia, las caídas en las zanjas y los juegos con mis perras en la lluvia.
Pero era diferente. Esta vez no había barro, ni ramas atascadas en mi pelo.
Y así, me sentí sucia.
La mente sucia. La columna sucia. La cintura sucia. La corazonada errada y sucia.
Por primera vez, humana, me sentí más que una pared.
Más que una puerta.
Más que sólo espacio.

Una parte del universo me esperaba.