viernes, 24 de agosto de 2012

Qué triste.
Cuánta euforia.
Él sabe de memoria cada recoveco de su cuerpo.
Conoce la curva de su espalda, y los luneras de su cintura.
Sabe dónde tocarla para que se ría, dónde besarla para que se rinda.
Le canta canciones que la hacen llorar, le cuenta las historias que le robó en sus sueños, que hizo de él, que dio color, dio vida.
Pero no sabe su nombre, ni si tiene uno. ¿Tendrá hermanas? Quizás una gemela.
Quizás en la noche besa a la gemela cuando vuelve a sus tobillos.
¡No, claro que no! Es ella.
El mismo perfume, el mismo ímpetu, la misma muralla china.
Es ella, y no hay otra ella con la misma suavidad, torpeza y pasión.
A veces piensa que la ama.
A veces la atropella con tempestades y ella muere.

Pero después la ama otra vez.