jueves, 2 de mayo de 2013

Crónica de un cumpleaños número 17.

A las 00:00 empezaron los mensajes, los saludos cordiales, educados por un lado, y por el otro los amistosos, los que no conocen de escrúpulos, provenientes de gente que sí me conoce a mí y que por eso tiene el derecho a las no formalidades.
Decidí apagar mi celular; no quería festejar mi cumpleaños. Quería que del 1ro de mayo (¡feliz día, trabajadores!) se pasase al 3 de mayo sin ninguna sorpresa de por medio.
Quizás vale contarles que sufro de insomnio hace un par de días; que yo, acostumbrad a dormir cuatro, cinco horas, ahora duermo una con suerte. A las 00:00 empezaron los mensajes, 00:20 decidí dormir, 01:15 mis ojos recién abiertos chequearon la hora. Y no volví a dormir.
Me depilé las cejas, escribí una canción, me acosté, mis viejos se levantaron para ir a trabajar, me saludaron, me levanté (una hora antes de lo habitual), me depilé los bigotes, me senté en la cama, y esperé a mi hora de partida. Tuve que ir caminando porque mi viejo sentía un dolor horrible que lo retuvo en la cama, abajo de la lluvia, escuchando Elliot Smith y con la sola intención de que el día que acaba de empezar, se terminara.
Desde las 07:30 hasta las 13:30 estuve en la escuela. Fui abanderada. Sostuve la bandera, lo que, además de ser un honor, significa que ya no hay otro año para sostener esa bandera. ES EL ÚLTIMO AÑO, en el último año se es abanderad/o, en el último año ya no se es escolta, ¿se entiende? Fue turbio, darme cuenta que en menos de 10 meses tengo que tener elegida una carrera, un lugar de estudio, y un boceto de camino a seguir, fue turbio.
Llegué a mi casa, empapada. Mi almuerzo se basó en galletitas con queso y una banana.
Me quedé dormida en el sillón hasta que alguien tocó el timbre. No atendí, no quería ver a nadie.
Después vino Mica, y me trajo una torta enorme. Comimos torta, hablamos de Damian y Cristian, y de su histeria que a veces supera la nuestra.
¿Vale repetir que yo no quería festejar mi cumpleaños? Y mis viejos, insistieron. Y vinieron mis hermanos, mi abuela, mis sobrinos, mi madrina... Y yo sólo quería dormir todo lo que no había podido dormir, y quería gritar todo lo que no sé qué quiero gritar, y quería llorar todo lo que necesitaba llorar.
Estoy deprimida. Y ellos lo saben. Y comimos más torta, y etc.
Pero después no sé qué pasó que mi vieja tenía cara de orto y mi viejo también, y el intento de voluntad que había estado practicando todo el día se deshizo.
Y ya se fueron todos, y..., y..., acá estoy. 17 años.