Miramos el Obelisco fijamente, un rato largo
apostamos, queríamos saber cuánto medía
y queríamos besarnos
me mostró balcones
cúpulas
librerías
y sus manos
fue la cerveza más larga y más rica
y eso que a mí no me gusta la cerveza
me contó de su familia fantasma
de sus fantasmas ajenos
y le conté de los míos
hablé por horas y él habló lo mismo
"sos mi mejor psicóloga" me dijo
y pidió una cerveza más
una porteña oportuna pasó vendiendo rosas
él compró una
me la dio
dije gracias tratando de no parecer tan obvia.
Buenos Aires se rindió a los pies de la inocencia y las buenas intenciones.
Nunca vi ciudad más linda
que la suya.