miércoles, 21 de octubre de 2015

Un día Santiago murió

Santiago tenía 24 años. Lo conocí en una librería de Palermo un viernes del 2013 cuando pasaban películas de Bukowski. Era lindo. Más que lindo, carilindo. Era puto, tímido, borracho. Mambeado.
Era alto, sobretodo.
- ¿No sos muy alto para la primera fila?-le sonreí.
- No sé de qué hablas.
Tomamos vino. Me acompañó a Plaza Italia y me pasó su número.
"No te estoy chamuyando, eh, tranquila que a mí me gusta la pija más que a vos, seguro". Y tenía razón. Siempre tenia razón.

A nadie le gustan los funerales.

Santiago no tenía internet. No tenia facebook, ni twitter, ni vida virtual. Santiago era de carne y hueso. De pelo negro teñido de verde, de clavículas marcadas y los dientes medio chuecos. Leía, todo el tiempo, más que todos. Una vez me dijo que no le diga a nadie pero su escritor favorito era Horacio Quiroga. Que lloraba siempre que leía Pasados de amor. Que él estaba pasado, que cómo nunca lo leíste si vos también estás pasada.
Y le gustaban mis canciones. Me decía "él te ama, Cande, y vos lo amas, yo sé que vos lo amas, dejame hablar. Vos lo amas y él te ama pero el amor no es suficiente". Y a mí me dolía y le decía que sos una mierda y él me abrazaba y me decía que ya sé, entonces yo le decía que te quiero e íbamos a comprar otra cerveza.

A Santiago no le gustaban los funerales.
Decía que se le pegaban los muertos. Que mejor prevenir que otra cosa. Que yo tuviera cuidado.

Se mató un sábado. Dicen que a eso de las diez de la noche. Lo primero que pensé fue "estabas a dos horas de ser un suicida de domingo y hacer de vos otro cliché, Santi, tan cerca". Dicen que fue un blíster entero de Ibuprofeno 600 y un whisky barato mezclado con Coca~Cola. No pasaba el whisky sólo. Podía tragar lo que fuera menos whisky solo. Ése era nuestro chiste. Puto fallido, le decía yo y él se reía y me decía "ya vas a venir a pedirme consejos sobre cómo relajarte cuando te vayan a romper el culo" y yo me reía y le decía que sí. Porque otra vez tenía razón. Siempre nos reíamos. Sabíamos que era para no llorar pero reíamos. Algunas veces de verdad.
La mamá de Santiago se había casado con un bombón y se mudó al Tigre. Santiago se quedó en Barracas con su papá, que no le gustaba que su hijo trajera a casa hombres. Sólo mujeres. Pero no lesbianas, eh, y si eran lesbianas que ni se notara.

Ese viernes del 2013, Santiago me dijo en un momento que admiraba a Bukowski por nunca matarse. Que a pesar de todo, nunca se había matado.
"Era valiente". Yo sólo sonreí coqueta y le dije que sí y seguí tomando vino.

La Maga anoche tuvo fiebre y me acordé. A veces me cuesta dormir y pienso que me quizá si me hubieras avisado, nos matábamos juntos. Porque quizá ahora estás sólo y no te gusta. Quizás extrañes a tu cama, o a tu póster de Radiohead, o a mí o la vida. Me hubiera muerto con vos, si sabia que después, cuando le dijera feliz cumpleaños a mi ex y sólo contestara gracias, cuando escuchara sin alarmas ni sorpresas, cuando viera películas de Robert Redford y Demi Moore, o cuando mi perra tuviera fiebre y me acordara de que Bukowski era un valiente, me iba a doler tanto no abrazarte.

Pero después me tomo un vaso de yogurt descremado porque estoy a dieta y hablo con Nora que me pregunta cómo estoy y le digo que vos querías morir feliz. Y tal vez estabas tan feliz, tan seguro de que eso era todo, que no había más brillantina ni libros con olor a nuevo, ni vino tinto, que no había más felicidad que ésa, y decidiste matarte. Que vos también fuiste valiente, entonces.

No fui a su funeral. No sé si hubiera soportado a su fantasma.