sábado, 9 de enero de 2016

die die my darling

Nivel uno, salís de la cavidad pseudo concava de tu mamá y respirás por tu cuenta por primera vez. Suena sencillo, ¿eh? 
Preparate.
Porque el nivel dos es patalear hasta que se te salgan las piernas como si estuvieras hecho de plástico y sólo, leé bien, sólo fueras parte irreconocible de una cadena multinacional, millonaria, arisca de derroches, desventajas, convicciones rotas y guerras que parece que sí pero que todavía no acaban. La Vida S.A, todos los derechos reservados y etc, etc, etc.
Pero pará, no termina ahí.
Entre el nivel dos y el final hay al menos tres microniveles donde llegamos a creer que no puedo más, que esto no es para mí, que basta por favor. Y si sobrevivís, llegás al nivel seis.
Creer en lo que uno crea. Así se desbloquea el nivel seis de este juego de mierda de despertarse todos los días a las cinco y veinte e ir a fingir sonrisitas.
Prefiero orgasmos, fingir orgasmos, aunque la verdad tampoco es una victoria.